En muchos contextos los descendientes directos de deportados reciben la consideración de supervivientes del Holocausto.
Me contaron la historia que relató en una entrevista el hijo de un deportado. Recordaba a su padre como un hombre muy cachondo, siempre con la gracia lista y siempre de guasa, incluso cuando les contaba, poquito a poco, las vivencias por las que había pasado en los campos nazis. De una manera o de otra siempre encontraba la forma de contar sus aventuras o las de otros con un toque de humor. El humor es uno de los recursos de la resiliencia. En psicología (y copio de la Wikipedia (http://es.wikipedia.org/wiki/Resiliencia_(psicolog%C3%ADa)) la resiliencia se refiere a la capacidad de los sujetos para sobreponerse a períodos de dolor emocional
. En ciertos casos este humor permite liberarse de recuerdos traumáticos transmitiéndolos a otros de modo que no les resulte igualmente dolorosa la recepción de los mismos. Seguramente todos conocemos a alguien cuyos recuerdos de la mili son todos divertidos. Hay quien tuvo milis mejores y peores, pero ¿divertida? ¿Todo el rato?. También me pasó una vez que un amigo me contó sus experiencias en la cárcel durante el tardo y postfranquismo y la verdad es que según lo contaba daban ganas de haber estado allí del cachondeo que era aquello.
En “Five Minutes of Heaven” (http://www.imdb.com/title/tt1238291/ (recién estrenada como “Cinco minutos en el cielo“, pero por favor, buscad la versión original u os perderéis todos esos acentos norirlandeses y un curioso acento ruso), de Oliver Hirschbiegel, autor también de la no menos genial http://es.wikipedia.org/wiki/Der_Untergang (para nosotros La caída o El hundimiento, según el país) vemos a dos personas profundamente afectadas por un hecho traumático, un acto de violencia política en Irlanda del Norte tres décadas antes de la acción principal. La magistral interpretación de James Nesbitt nos presenta a un tipo totalmente desquiciado, mostrandose esto especialmente cuando está con gente que le trata como a un traumatizado oficial. Le traten como le traten este hombre habla y habla con todo el mundo y tiene unos diálogos que serían divertidísimos en cualquier otro contexto. En este lo son, pero se siente uno mal al encontrarlos divertidos. Es decir, dentro de la película funcionan estupendamente. Pero volvamos a nuestro relator y a su padre, tan divertido él.
El padre de nuestro relator, cada semana, se reunía con cerca de una docena de supervivientes de los campos. Con comida y entre botellas. En una de esas reuniones la puerta quedó entreabierta y por el hueco pudo enterarse de que en esa reunión semanal entre botellas y con abundante comida, todo eso que no tenían en el campo, los deportados hablaban y hablaban. Y lloraban; lloraban y hablaban todo lo que no podían llorar y hablar en su vida diaria, porque no hay forma de que pudieran hablar y llorar todo lo que necesitaban hacerlo sin dejarnos a todos rotos.