El índice del viaje está aquí.
Hay un artículo en la Wikipedia en el que he encontrado un montón de información sobre un hecho del que no tenía ni la menor idea de que hubiera tenido lugar hasta poco antes de ir a Eslovaquia. Lo cierto es que pensaba que era algún tipo de revisionismo histórico, algo como todo lo que tuvieron que inventar los nimios partidos comunistas del este de Europa para rellenar los libros de historia una vez que borraron el hecho de que Eslovaquia estuvo con Alemania desde la invasión de Polonia y que Rumanía, Hungría y Bulgaria fueron aliados de Alemania con todos los medios posibles hasta que los rusos les pasaron por encima y se cambiaron de bando. Pensaba que era revisionismo pero no, los eslovacos parece que la liaron parda aunque como los polacos la liaron antes de tiempo y Stalin los puso en la lista de “espera a que los pulvericen que si no los tengo que matar yo”.
Bueno, el caso es que nos plantamos en el Museo SNP. En la guia decían que había un Li-2 (que me sonaba a mí y es que es una versión fabricada bajo licencia del DC-3 americano) al que se puede entrar, y así era. Bajo el ala derecha del avión hay una señora que seguro que no estaba haciendo punto porque hacía un calor del carajo (y una humedad muy cercana al 90%, que la ví en Bratislava en un higrómetro y había menos). Esta buena señora es la que te vende la entrada para que pases al vión y sepas lo que es el calor de verdad. Iba a poner alguna de las dos fotos que tengo para que se viera la cara de calorazo (bajo el avión, entre las alas) y dentro del avión (eso ya no es calor, que la palabra no lo expresa) pero me ha dado un poco de cosa.
Aquí va una foto de la cabina. Merece la pena verse la de cosas que se pueden meter en un espacio tan pequeño y en el que luego hay que meter gente con un montón de ropa.
El jardín del museo tiene una colección impresionante de cañones (la mayoría soviéticos) y de blindados alemanes, soviéticos y uno checo. Los vehículos alemanes que tienen (según las placas que tienen) participaron en la represión del SNP.
Uno de los panzer alemanes que tienen en el jardín. Como perdieron, los cañones apuntan al suelo.
Otro de los blindados alemanes. De este deben estar bastante orgullosos porque no se hicieron muchos y no debió resultar fácil encontrar tan entera una de las joyitas de la industria militar alemana.
Un T-34. Véase el larguísimo cañón -característico de este chisme- apuntando al cielo.
Tienen también en el jardín uno de los vagones del tren blidando Hurban que tuvo mucho que hacer durante el SNP. Se conserva en Zvolen.
Este niño que estaba subido al tanque estaba aburrido como un molusco, no como su padre que estaba tan contento viendo tanto tanque. Intenté pillarle aburridísimo sentado sobre la torreta del tanque (un sitio un tanto extraño para sentarse aburrido, la verdad), pero al final me quedó esta foto de “entre mi padre y los tanques y este guiri gilipollas que me hace fotos me están dando la mañana”.
A la entrada del museo hay una de las gigantescas y tétricas esculturas que tan bien se le dan a los checos y eslovacos para poner en los memoriales de la guerra y el holocausto. A la izquierda según se entra hay un montón de coronas de flores (y entre ellas una del gobierno de españa) y un monumento que recuerda que en el SNP tomaron parte miles de combatientes de decenas de países. Cómo no, había republicanos españoles. Para variar. Fíjate que apostaría a que había por lo menos uno de Tarancón (aunque renegara) y otro de Guadalajara (aunque nadie se diera cuenta y le llamaran Cuenca, Madrid o vaya usted a saber qué).
El museo es chiquitito pero tienen una colección impresionante. Debe haber cientos de armas largas y cortas de todos los sitios imaginables (por supuesto hay varias Astra). Hay decenas de vitrinas con las condecoraciones de veteranos eslovacos recibidas casi todas del ejército rojo, pero hay francesas, inglesas y hasta luxemburguesas. Hay uniformes aliados vestidos por pilotos y comandos eslovacos, uniformes rumanos, soviéticos, alemanes e incluso material cedido por el museo de Auschwitz. De ahí hay un conjunto de ropa blanca donde un deportado escribió con tinta hecha por él sus memorias y el esquema de una novela que posteriormente publicó al recuperar la libertad. La razón de ser del museo es el SNP, claro, y hay uniformes del ejército eslovaco que se levantó contra Alemania y sus cómplices, pero también hay casullas de capellanes de campaña, las cajas del material gráfico que se rodó durante el alzamiento y ha llegado a nosotros y un larguísimo etcétera. En el museo cuentan con objetos qué era Eslovaquia desde principios del siglo XX (cuando eran austrohúngaros) hasta finales de los 40. Sobre esto hay unos cuantos detalles verdaderamente honrados. Hay objetos personales de eslovacos que participaron en la génesis y la gestión del alzamiento y que, aunque sobrevivieron a la masacre que los nazis y sus secuaces locales perpetraron contra los resistentes tuvieron juicio (en algún caso dos juicios) y fueron fusilados o deportados a Siberia por Stalin por lo que ellos muy irónicamente ponen entre comillas: relación con nacionalistas burgueses.
Una de las cosas que más me impresionaron es que hablan de algo que es seguramente vergonzoso para los eslovacos. En 1945 se expulsó de sus casas a millones de Volkdeutsche (ciudadanos de origen alemán) que estaban repartidos, en algunos sitios desde hacía más de 400 años, por toda Europa desde Alemania hasta el Volga y Eslovaquia no fue una excepción. En una vitrina hay un maniquí vestido de refugiado alemán (sombrero, abrigo, pantalón y zapatos reforzados, todo de la época) y uno de los guardias eslovacos que escoltaban los transportes de deportados. En esa deportación murieron en toda Europa del este decenas de miles de hombres, mujeres y niños y poco a poco los países responsables van aceptando que no todo lo que se hizo tras la guerra fue tan ejemplar. Bravo por ellos.
El índice del viaje está aquí.