Estacion_Banska_Stiavnica

El índice del viaje está aquí.

La estación de Banská Štiavnica es de otra época. Es una mezcla de lo que yo recuerdo de los primeros años 70 y lo que he visto en fotos y películas sobre Europa del Este. Bueno, más o menos porque las fotos que tienen por las paredes se escapan de lo que yo me hubiera podido imaginar.

En la entrada hay una placa que espero poder descifrar muy pronto pero en la que cita a franceses y noruegos. ¿Qué hacía ahí esa gente? De los franceses me lo puedo figurar (prisioneros de guerra con trabajos forzados o incluso trabajadores voluntarios en Alemania) pero ¿los noruegos? ¿No habrá material por ahí para hacer 50 películas contando la de ovejas perdidas que había por Europa al acabar la guerra?

Una vista general de la sala de espera.

Las taquillas de la estación. Como es de rigor hay una que no funciona y tiene el cartelito puesto. Parece ser que hay algún universo donde todas las taquillas funcionan a la vez pero mis asesores en Física no se terminan de poner de acuerdo sobre si es posible. O no.

El lateral de la sala de espera donde están las taquillas.

La puerta a los andenes. Al fondo se ve el trenecillo chu-chu (máquina y vagón todo en uno) que conecta el pueblo con el exterior por tren. No es moderno, pero hay que decir que está como un pincel.

Una niña rolliza y feliz muy probablemente debido a los logros del socialismo. En su mirada (tan espontánea) se vislumbra el agradecimiento, qué duda cabe.

Otra vista lateral de la sala de espera y de los cuadros que se cascaron en las paredes hace un montón de años. Faltan dos (igual del presidente y algún otro jerarca) y se veía el hueco.

Detalle del cuadro plástico (Véase por dios caso de no haberse visto ya “Amanece que no es poco” del maestro José Luis Cuerda) que hace este pastor eslovaco.

Los horarios de trenes en este país están puestos de una forma muy práctica si los que tienen que usarlos no son generalmente unos bárbaros que tratan la propiedad pública… como si fuera propiedad pública y no de todos. Bueno, ponen unos rodillos y en ellos los horarios. Así pueden ponerse muchos más horarios en menos espacio.

Detalle de los ingeniosos rodillos.

Tropas rindiendo honores. O recibiéndolos. O igual no son tropas sino felices carpinteros militarizados.

Junto a las vias, como en todas las estaciones de antes, hay un jardincito con flores. En este hay una reproducción del castillo que domina el pueblo y el valle entero. El castillito este tiene un tamaño respetable -cerca del metro de altura-.

El trenecillo. Humilde pero orgulloso. Precioso.

En las estaciones de los pueblecitos tienen placas puestas con nombres que por la fecha de fallecimiento deben ser hijos del pueblo muertos durante o a raíz del SNP.

Delante de la estación, aunque casi oculta por la exhuberante floresta que aquí se les debe preparar en cuanto dejen dos meses que las cosas crezcan a su ser, hay una estatua. Por las fechas y la pinta tiene que ser de los mineros del pueblo, que probablemente tuvieron mucho que ver en la resistencia y en el SNP en esta zona agreste. Le quita bastante seriedad a la estatua la mano de los guasones del lugar.

En la estación de Hronská Dúbrava tienen una báscula por la que se pegarían en más de un museo normal. Por aquí museos normales no hay porque tienen de todo, pero bueno.

En este detalle se ve la marca de fábrica y puede uno hacerse idea de la de años de uso (yo creo que ininterrumpido) que tiene.

Un pintada en un tren que paró a nuestro lado.

La señalética de este país tiene un montón de épocas mezcladas.

Camino ya de Bohemia hicimos parada en Břeclav. Llegamos tarde, comimos fatal (por entrar en algo que parecía una pizzeria/fast food que llevaba una señora que parecía que fuera a romper a llorar en cualquier momento). Vimos alguna piedra interesante (aquí hay monumentos y esculturas por todas partes, tal y como suena) pero la foto que hice fue esta:

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