Sé por experiencia que la lectura de libros relacionados con la Deportación, el Holocausto y en general sobre lo peor que ha podido salir del ingenio y el comportamiento de los humanos puede llegar a afectar sicológicamente. Es por esto que recomiendo (sobre todo a quienes, como yo, leen bastante sobre estas cosas y no tienen pinta de cambiar de gustos) la lectura de este libro. Sobre todo, pero no solamente, porque es un libro divertidísimo.
Bueno, si no se tiene sentido del humor lo mejor es no leerlo. Y no leerme a mí, muchas gracias.
Shalom Auslander es el autor de Lamentaciones de un prepucio, las descacharrantes memorias de un judío nacido y criado en el seno de una comunidad ortodoxa judía del estado de Nueva York. No sé cómo será para los demás, pero yo fui criado en un ambiente ortodoxamente católico (no diré ultra-ortodoxo, pero sí bastante ortodoxo) y de verdad que reconozco bastante de los cuenta este hombre del complejo de culpa, de lo interesantísimo que era el pecado antes de conocerlo (y de lo interesantísimo que era una vez conocido, pero ya por otras razones), de las explicaciones que nos daban y de quiénes nos las daban. Reconozco el patrón, pero no hay comparación posible. El dios de los judíos es terrible. Siempre.
Posiblemente una de las explicaciones de la escasa predisposición de los judíos europeos a la resistencia organizada durante la guerra sea que, en el fondo, tantos siglos de persecución no les ayudó a quitarse de la cabeza la certeza de que ningún enemigo era tan cruel con ellos como su propio dios. ¿Quién sino una comunidad ortodoxa judía va a tener siempre presente el Holocausto? Pero ¿cómo encaja eso en la mente de un adolescente calenturiento que está deseando caer en todas las tentaciones? Mal. Y sí, Shalom Auslander es un cachondo, pero el trabajo que tiene que haberle costado a este hombre reírse de todo esto.
Pero todo esto son cosas mías.
Shalom Auslander (si no me equivoco ese apellido significa extranjero en alemán ¿qué historia hay detrás de una familia cuyo apellido es extranjero?) ha optado por el humor para poder sobrevivir a todo esto. El problema es que a medio libro se encuentra con que tiene un hijo en camino y él sabe que su dios tiene una mala leche impresionante y si no le ha hecho nada a él aún es porque sabe que si se lo hace a su hijo puntuará doble.
El libro comienza así:
Cuando era niño, mis padres y maestros me hablaban de un hombre muy fuerte. Me contaban que podía destruir el mundo. Me contaban que podía levantar montañas. Me contaban que podía abrir el mar. Era importante tener contento a ese hombre. Cuando hacíamos lo que el hombre había ordenado, el hombre estaba contento con nosotros. Estaba tan conten to que mataba a todo aquel que nos era hostil. Pero cuando no hacíamos lo que nos ordenaba, entonces no estaba contento con nosotros. Nos odiaba. Había días que nos odiaba tanto que nos mataba; otros días dejaba que fueran los demás quienes nos mataran. A esos días los llamábamos «festivos». Durante el Purim, recordábamos que los persas habían intentado matar nos. Durante la Pascua, recordábamos que los egipcios habían intentado matarnos. Durante la Jánuca, recordábamos que los griegos habían intentado matarnos.
Tenéis el primer capítulo aquí (es un pdf) y lo edita Blackie Books, una editorial interesantísima que hace libros muy bien presentados y que parecen tener en común entre ellos el solo hecho de que el tipo que está detrás de la editorial ha pensado que merece la pena que la gente los lea.