El otro día me tragué la (plúmbea) ponencia de un técnico que sabe un montón y nos lo contó. Todo no, pero casi. Lo que más me sorprendió fue que estaba tan seguro de su público, de su saber y de todo lo demás que no solo se exploraba la oreja derecha en busca de cerumen, sino que comprobaba visualmente y sin dejar de hablar la calidad, cantidad y textura de sus hallazgos.
Eso es aplomo.