En Cedar Rapids (2011) no hay paisajes asombrosos, no hay acción, no hay efectos, no hay bichicos, no hay nada de eso.
Hay unos cuantos actores, un hotel con todos y cada uno de sus rincones concebido como el paraíso de la electricidad estática y un guión. Perdón, hay unos cuantos actorazos y un guionazo. O bueno, que yo de esto tampoco se tanto; también puede ser un guión que está bien hecho al que han puesto totalmente a merced de unos cuantos actores muy competentes.
Tim Lippen, vendedor de seguros de la América profunda, tiene una vida bien pequeñita, a pesar de la cual (o debido a la cual, ya veremos) tiene una fe inmensa en las grandes palabras, en la gente y en los valores.
Su vida cambia cuando le toca asumir el papel de uno de sus héroes, un vendedor de seguros de su empresa muerto en un acidente autoerótico, en un congreso del gremio.
El sitio es abominable hasta el mínimo detalle y Tim Lippen va con los deberes bien hechos. Desmesuradamente hechos. Pero da igual, claro. Ahí empieza el lío.
Uno de los actores es Isiah Whitlock, Jr., el celebérrimo senador Davis de The Wire, el de “Sheeeeeeeeeee-it”. Solo por escuchar un rato ese pedazo de voz merece la pena esperar a que vaya apareciendo, aunque tampoco es que le dejen hacer mucho al hombre.
Bueno, una de esas historias de un tipo inocente e hiperidealista al que todo el mundo mira con la misma expresión de menuda hostia se va a dar este, en efecto se la da pero luego resulta que toda esa bondad sobrevive al encuentro con el mundo real y resulta que ese cándido muchacho es mucho mejor que todos los demás.
El protagonista está inmenso.
Yo pasé un rato bastante bueno. No es para verla 11 veces, pero está muy bien.