En mi entorno no soy solo yo el que vive a cuerpo de rey del arduo trabajo del contribuyente. Hoy voy a contar una anécdota de un amigo mío que está peor todavía que yo (de dinero, digo) al que llamaré durante todo el texto un amigo mío porque para qué le voy a poner un alias.
Si naciste pa’ martillo del cielo te caen los clavos, dice el refrán. A la falta de recursos en un momento puntual, es decir, de eso que llaman cash los que vivieron por encima y con frecuencia a costa de tus posibilidades y las mías, se juntaron tres complicaciones. Una burocrática, un error humano y una política de empresa.
La complicación burocrática: Los buitres de los oligopolios energéticos estaban esperando a pasar muchísimas facturas a que saliera un BOE donde les explicaran los detalles. Ese hecho hizo que mi amigo recibiera un recibo de una sola compañía donde se le cobraba gas y electricidad de dos periodos diferentes.
El error humano: hubo un cambio de titularidad a finales de febrero, pero el personal del oligopolio en cuestión lo tiene registrado como efectivo desde noviembre. El papel lo tienen, la firma la tienen, la fecha también, pero consta como efectivo desde noviembre. Total, paga y luego ya harás cuentas.
El hecho es que mi amigo no tiene cuartos, así que el recibo (recibazo, ahora la luz y el gas son lujo asiático y encima el del gas incluía el sartenazo de enero/febrero/marzo, que en su zona de residencia que es la mía significa frío de cojones) rebotó.
Llega la carta. Recibo devuelto de luz y gas. No hay para pagarlo. Fecha de vencimiento. Preocupación. Quien no lo ha vivido no sabe lo que es, pero tampoco hay que ser un gran soñador para hacerse una idea de lo que es.
Mi amigo espera a que entre el pago de no se qué, a cobrar un no se cual, pero ni una cosa ni otra. Por fin, el último día decide ir a un cajero automático de la Vital Kutxa a pagar el recibo con la VISA. Mal asunto porque la VISA siempre te presta dinero pero carísimo, pero si no hay más, contigo Tomás.
El pago se puede hacer en dos entidades, a las que por lo visto obliga la ley a que hagan esos trámites pero como no ganan nada con ello (así me lo explicó una amable trabajadora del Santander) ponen una condición: que sea entre el día 10 y el 20 de cada mes. Da igual el horario.
Total, opción B. Vital Kutxa. Tiene que ser de 8:30 a 10:30 para recibos. Da igual que no sea un recibo mensual. 8:30 a 10:30. O domicílialo. Es decir, hazte cliente. Mi amigo forma parte de la nutrida sección de la población alavesa juramentada para JAMÁS ser cliente de la Vital Kutxa así llueva asfalto hirviendo, se desate el amor libre en La Llanada o el cielo caiga sobre nuestras cabezas. Da igual. No.
Un poco pegado de tiempo (todo hay que decirlo) mi amigo va a la sucursal de la Vital donde tienen cajero que lee códigos de barras (va con su carta de pago muy aplicadamente), mete la VISA, pasa 7 pantallas, acepta, el código de barras hace su función con el lector del cajero y OPERACIÓN NO PERMITIDA.
Y aquí llega el tercer obstáculo. El mayor. La política de empresa.
Mi amigo habla con una trabajadora de la Vital. Según parece intentar pagar con una VISA de otra entidad en un cajero de la Vital no solo es que no se puede, es que es un disparate, motivo por el cual le dedica una risita cargada de suficiencia que le llena de alegría en una mañana en la que el astro rey ya se había encargado de iluminar muy satisfactorias peripecias cuando no eran todavía las 11:30.
Intento reconstruir aquí el diálogo tal y como me lo ha contado mi amigo. Aparto los espumarajos de rabia porque no vienen al caso y me los guardo, que sabré darles buen uso:
– Mi amigo: Pero vamos a ver. Que no es una electron, es una VISA. La VISA es VISA, no es de tal o cual banco, es un ente aparte. O sea, que con la VISA puedo ir a China, a Rusia o al Congo, la saco, pago y ya está.
– La operaria bancaria: Pero el cajero lee el chip y nosotros no podemos leer los chips de todas las tarjetas porque hay muchos tipos de operación.
– Mi amigo: Así que para poder hacer esta operación tendría que tener una VISA de la Vital.
– La operaria bancaria: Sí, claro.
– Mi amigo: Ya, pero no soy cliente. Ni lo quiero ser. Siempre que vengo aquí todo son pegas.
– La operaria bancaria: Pues es lo que hay.
– Mi amigo (infatigable): Pero si hará un mes estuve aquí por una cosa parecida y me enseñaron a pagar recibos con código de barras y tarjeta de crédito y no me dijeron absolutamente nada de que tuviera que usar una VISA de la Vital.
– La operaria bancaria: Siempre puedes ir a un cajero de tu entidad y pagarlo ahí.
– Mi amigo: Ya, pero pasan dos cosas. Por un lado las entidades “colaboradoras” de Naturgas son solo dos y por el otro en los cajeros de mi caja no hay lectores de códigos de barras.
Atención, que vienen curvas.
– La operaria bancaria: Entonces tendrá usted que decidir con qué entidad quiere trabajar que le ofrezca todas las posibilidades. Además ¿cuánto tiempo hace que tiene este recibo?
Silencio iracundo y desaparición apresurada de la escena para evitar consecuencias penales.
Mi amigo visita una sucursal (donde no le conocen pero que le pillaba a mano) de su entidad bancaria. Le explica la situación. El cajero llama al teléfono 902 de Naturgas para pedir un número de cuenta donde hacer el ingreso. Le pasa el teléfono para que le cante el número de tarjeta y de DNI y lo arregle en el momento.
Tiempo total: 5 minutos.
No es la primera, ni la segunda, ni la tercera, ni la cuarta vez que oigo historias sobre la cerrazón mental, pocas ganas de trabajar y chulería del personal de ventanilla de la Vital. Creía que solo me pasaba a mí, pero mi amigo es menos Sheldon Cooper que yo y también se las he oído a gente que no lo es en absoluto.
Luego la fama se la llevan los funcionarios como si los formaran a todos en el mismo sitio.
Uy el día que conozca usted a los empleados de la BBK…. Le harán buenos a los simpáticos atendedores de la VItal.
Le preguntaré a mi amigo si ha tenido que tratar al personal de la BBK.
Mi experiencia en la única sucursal de Araba y en la más próxima (Otxandio) fue muy buena mientras tuve cuenta en esa entidad. Pero nunca fui con ningún pastel, eso también es verdad.