Hoy he tenido en mis manos una baraja de cartas hecha a mano. Con cartulina y pinturas. Uno de los reyes era un jefe indio y una de las sotas un forzudo de circo. Ha salido el as de oros. Se leía “Escuela de Artes y Oficios. Logroño”. Y una fecha. 1937.
La Escuela de Artes y Oficios de Logroño fue desde pocos días del maldito alzamiento nacional un campo de concentración donde iban a parar los “rojos” (en el sentido más amplio del epíteto) que los fascistas iban apresando y no fusilando inmediatamente en La Rioja, tierra donde no hubo Guerra Civil sino matanza metódica. Lo fue junto con el frontón Jai Alai y creo recordar que la propia plaza de toros de la ciudad.
De estos lugares los iban sacando, fusilando y enterrando en La Barranca, un sitio que ya no es una barranca (una cárcava, que diríamos) porque de tanto enterrar gente acabó nivelada con el terreno circundante.
La baraja la hizo un señor que fue arrojado al cautiverio junto a su sobrino de 12 años. De doce años, he dicho. Para intentar mitigar el padecimiento de aquella criatura su tío se agenció de alguna manera una cartulina y unas pinturas de colores, hizo una baraja de cartas pintando cada naipe uno a uno y con esa baraja por lo visto jugaba con su sobrino.
Al tío, como a otros mil que hay enterrados en La Barranca, lo fusilaron. El sobrino fue reclamado por familiares residentes en Argentina y hasta allá se fue el chaval con la baraja. Hace poco, un nieto de aquél buen hombre regresó a Logroño y le entregó la baraja al amigo que me la ha enseñado y puesto en la mano. En buenas manos la dejó porque es entre otras cosas historiador, memorialista, cronista, republicano y testarudo. Y no lo digo por orden de importancia.
El plan es hacer una edición facsímil de la baraja.
Yo no se jugar a las cartas ni me interesa siquiera pero creo voy a querer unas cuantas de esas barajas.