Primeras dos clases de sueco

La semana pasada tuve mis dos primeras clases de sueco dignas de tal nombre. Hace un mes o así tuve un arranque fallido, precisamente lo que he estado intentando evitar desde que llegué y lleva meses atrasando el momento de empezar.

kartela

Al final he decidido empezar aunque sea mal, aunque despacio y aunque sea tarde y que salga el sol por donde quiera. O que esté todo el rato luciendo porque ahora mismo esto es un no parar de luz.

Al grano.

Sobre el arranque fallido ya hablaré en otro momento porque como siempre hay una parte humorística y en este caso es enorme.

El caso es que he empezado las clases en SFI SFI Svenska för Invandrare, que casualmente coincide con las siglas de su nombre en inglés Swedish for Inmigrants.

Es gratis, es público (subcontratadiiiiiiisimo) y te pueden poner a funcionar en sueco. Es muy curioso porque está pensado para diversos niveles de educación y orígenes. Hay niveles para personas que llegan y no conocen el alfabeto occidental y tampoco tienen ningún tipo de educación formal, hay niveles para gente que conoce el alfabeto occidental y habla inglés y hay un nivel para quienes han estado en la universidad y hablan inglés. Ahí he caído yo. Sí, les dije que he estado en la universidad. Como no me preguntaron qué estuve haciendo no he tenido que entrar en detalles.

He tenido bastante suerte con la profesora que me ha tocado y espero que me vuelva a tocar cuando empiecen las clases otra vez en agosto (en julio solo hay intensivos y son por las mañanas). Se muere de la risa (la jodía) con las barbaridades que sueltan algunos, pero te las explica para que te rías tú también.

Aprender sueco es en parte aprender a cantar. Si no cantas no hablas sueco. Así de fácil. Así que nos tiene que enseñar a cantar. Y mucha gente no canta ni a fuego cuando habla su idioma. O sus idiomas. Porque hay gente en clase de sueco que tiene una colección de idiomas impresionante. Y hay quien lo lleva como algo normal y por supuesto hay quien llega con su colección de idiomas como si llevara el pecho lleno de medallas, cruza la puerta de la clase de sueco y él, sus medallas y sus siete idiomas se llevan la paliza de su vida. Hablaré de esto más adelante porque independientemente del origen (raza, etnia, etc) me parece que la educación recibida por cada uno de los que estamos allí nos hace comportarnos de formas muy diferentes y en algunos casos he visto auténticas exhibiciones de hacer el panoli que no se si achacar a las drogas, a la falta de las mismas, al ego mal entendido o sencillamente a que igual alguno pensaba que la primera lengua germánica que uno se mete para el cuerpo es más fácil si ya sabes digamos árabe, francés, inglés, italiano y algo de castellano. Por poner un ejemplo.

En fin, trabajo en inglés y en Estocolmo se puede vivir perfectamente en inglés (hay quien lleva años y años haciéndolo) pero no me siento demasiado cómodo cuando voy a una tienda, cuando pido en un bar o me preguntan algo por la calle teniendo que cambiar al inglés. Esto de tener el inglés (y el castellano, ojo con eso en Estocolmo) tan a mano no va a ayudar mucho para aprender sueco, pero al fin y al cabo yo lo quiero para vivir más cosas. Quiero divertirme aprendiéndolo porque no tengo una prisa enorme por funcionar en sueco para trabajar.

En fin, ya iré contando más peripecias.

Las clases de sueco, por cierto, fueron muy divertidas, muy intensas, muy difíciles y salí los dos días con la sensación de que había entendido decenas de palabras que jamás hubiera sospechado que pudiera entender. La relación entre lo que oí, lo que dije y lo que había escrito en la pizarra es nula, porque el sueco se habla de una manera y se escribe de otra. Hablan raro. Como comprimido. ¿Pero quién no?

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