Hoy me ha dicho un obrero especializado que no sabía si le estaba permitido desear que no le encargaran hacer ningún trabajo especial durante la semana santa. Hay gente que tiene trabajos que de tanto en tanto les hacen realizar ciertas tareas en horas o días extraños (de madrugada, durante el fin de semana o durante festividades que casi todo el mundo respeta) para que las paradas de servicio perjudiquen a un mínimo de usuarios. Mi trabajo también tiene eso, aunque no haga guardias. Hay muchas maneras de estar puteao y muchas formas de trabajar a horas raras. Siempre hay alguien trabajando y no son solo los camareros y los taxistas.
El primer impulso ha sido tomarlo a risa. No a él, que es muy majo, a lo que ha dicho. Luego he visto que iba en serio y el segundo impulso ha sido ir a buscar un poco de pasto y un cencerro
(por lo de cordero) para que trote feliz y de paso sepa siempre dónde está, pero rápidamente he pensado (debido sin ninguna duda a mi educación en colegio religioso y bien católico) que hay que odiar al pecado y no al pecador. Total, que para variar los impulsos no han valido. Y ahora, horas después, tampoco sé muy bien qué hacer con esto. Con Me hacen quedarme hasta las tantas sé qué hacer, con Me tienen puteao pa'rriba y pa'bajo me puedo apañar, pero con no sé si me dejan querer que no tenga que trabajar en semana santa me quedo desarmado.
Así nos va. Lo peor del caso es que tras leerte le ponía cara y nombre… pero era otro, y podría haber sido algún otro. Y otro más.
Andamos daltónicos por la vida, daltónicos de ideales y de principios. Algunos también de finales. De finales del siglo XIX, parecen.
Manda güebos.
Finales sí. Pero del XVI. Equis uve palito, que decía aquella.