Así es. He caído.
Tenía superada ya hace años la presión (bueno, por llamarla de alguna manera) para que apuntara. Llega un momento que la gente deja de mandarte invitaciones al Facebook como deja de mandarte invitaciones de boda. Bueno, igual esto no es así. En fin, qué se yo.
Que ya no me daban demasiado el turre con esto. Total, el que no tiene móvil en 2013 lo más probable es que acabe por no tener móvil pase lo que pase y con esto yo pensaba que era igual. Pero ja. En Suecia la penetración de Facebook es gigantesca, la inmensa mayoría de la gente lo tiene y lo usa. Y como es la sociedad más abierta del mundo (prácticamente toda la información es pública y la que no lo es es accesible pagando una cantidad ridícula) tampoco hay mayor problema en poner ahí vida y milagros.
Esa es la disyuntiva en la que estoy. Trabajo rodeado de gente que todo lo casca ahí y veo que la inmensa mayoría de contactos son justamente del otro extremo, una de las sociedades más paranoicas del mundo, casi todo el mundo miente miserablemente o la información personal está llena de gilipolleces, que es mentir pero con gracia.
Total, que hay uno de esos grupos (cerrados, no se muy bien por qué) del gimnasio y ahí se entera uno de si hay o no hay clase el sábado, de qué vamos a hacer la semana que viene, o si vamos a tener visita (ilustre o no, internacional o no) durante la semana. Y si no tienes Facebook tienes que andar preguntando. Y bastante es ya perderte la mitad o más porque los suecos tienden a hablar en sueco. Y yo ahora mismo en sueco soy un niño de 5 meses.
Además estoy inmerso en un viaje en el tiempo de mucho cuidado; un montón de gente de mi paisaje mental de los 90 de repente ha reaparecido. Unos hacen más ruido que otros, eso también es verdad. En fin. Vamos a ver hasta dónde llega esto y cuanto aguanto.
No os vayáis a cabrear si hago una limpia y os vais la mayoría a tomar viento. Llevo casi 30 horas apuntado y ya he visto que entre Mariano Rajoy y yo solo hay dos saltos porque un amigo de allí de toda la vida es “amigo” del ínclito alcalde de Guadalajara. Que hay que tener los cojones como asteroides. Creo que ha llegado el momento de hacerse amigo de Arnaldo Otegi para que entre Arnaldo y Mariano solo haya dos saltos. Y a ver quién se enfada antes, Arnaldo, mi amigo, el alcalde de Guadalajara o yo.