He estado un par de veces en refugios para perros y son sitios terribles. Hubo décadas entre el primero y el segundo, en uno al menos no sacrificaban ningún perro que entraba, pero ambos tenían en común que eran sitios terribles, espacios llenos de depresión, una tristeza infinita, perros que intentan cautivar al visitante humano para que les rescate de aquél horror. Hay otros perros que han perdido casi toda esperanza, pero te miran de reojo a ver si de puro milagro resulta que les sacan de allí, resultan elegidos y es a él a quien el humano elige, no a esas dos filas de perros contra la valla muestran todo su catálogo de morisquetas. Los que saben andar a dos patas lo hacen, los que dan la patita, los que hacen la croqueta. Lo intentan de todas las maneras posibles. Sigo siendo un firme defensor de la idea de que cualquiera que pretenda comprar un perro a un criador debería antes visitar un refugio e intentar arreglar todo el mal que se le hace a esos pobres perros injustamente.
Pero por mis circunstancias son gatos lo que quiero. Mi primer refugio de gatos ha sido toda una experiencia. El cielo, en caso de existir, se tiene que parecer mucho a lo que vi. Es una pequeña clínica con espacios aislados para animales con enfermedades infecciosas o que necesitan estar separados del resto por alguna razón y un apartamento enorme con baldas por todas partes. En esas baldas hay camas para gatos preparadas con toallas y mantas de colores imposibles. Desde esas baldas decenas de gatos, desde su superioridad innata, observan con mucha atención a sus visitas humanas. El lugar está abierto a las visitas los sábados de 1 a 3 de la tarde. Ese es el espacio que dan a quienes aspiramos a que alguno de esos gatos nos elija para otorgarnos el privilegio de compartir su existencia con ellos.
Una vez que quedó claro que mi interés es sincero y me hago cargo de que casi todos esos gatos tienen un pasado y algunos lo tienen terrible, fui invitado a visitar el albergue entre semana, cuando no hay visitas y los gatos están mucho más distendidos.
Con la temperatura exterior por debajo de cero grados y una sólida capa de nieve cubriéndolo todo, había unos cuantos gatos en el espacio exterior, un balcón mallado que les han construido para que salgan a respirar aire fresco. La mayoría de estos gatos solo van a ser enviados a casas que les ofrezcan la oportunidad de salir al exterior. Yo necesito gatos que no quieran (o no deban) salir y tengan bastante con un ventanal bajo el que pueden dormir al sol cuando lo haya y mirar al exterior, ver árboles y hacer esos ruidos desesperados que los gatos hacen cuando ven un pájaro que saben que no pueden alcanzar.
Al entrar en el sitio lo que uno se encuentra es un paraíso de la siesta felina. Unos cuantos duermen panza arriba junto a las ventanas, rascando el poco calor que el sol escandinavo de febrero puede ofrecer. Por todas partes, gatos y gatazos duermen su cuarta siesta del día. Lo que yo busco son dos gatos que se lleven muy bien y ahí hay bastantes. Muchos padres que siguen cuidando de sus hijos e hijas, por ejemplo. Hay incluso una familia con abuelos, hijos y nietos. Curiosamente las gatas una vez que ven que sus crías se han desarrollado se desentienden totalmente de ellas y las ignoran como hacen con todos los demás que no son sus amigos.
Estos aristócratas de cuatro patas generalmente no acuden a ti bajo ningún concepto, menos aun si están durmiendo. Hay que atreverse e intentar rascarles la parte de atrás de la cabeza y exponerse a llevarse un gracioso y bien colocado manotazo con su pezuña, un bufido, o incluso una cobra. Las voluntarias que hay en el lugar me iban diciendo de cuáles esperar una reacción agresiva (muy pocos), cuáles son extremadamente sensibles a las caricias aunque no las vayan a pedir jamás, cuáles son amistosos con otros gatos, cuáles prefieren vivir solos, cuáles han estado muy enfermos, cuáles lo están ahora mismo y requieren medicación, como una preciosa princesa color canela que siempre está en la torre de un castillo que alguien ha construido como soporte de varias camas felinas. Vivía en una habitación muy húmeda llena de gatos hasta que los 35 felinos que vivían en ese apartamento fueron repartidos en refugios. Siempre está constipada, moqueando, ronca por las noches y a veces se pone mucho peor. Casi todos esos gatos han nacido en libertad, muchos han pasado ya por alguna casa algunos han vuelto al refugio porque su el humano a su cargo (la palabra “dueño” tratándose de quien cuida a un gato carece de sentido) enfermó, tuvo que ir a una residencia donde generalmente no admiten animales, o la familia tuvo a una criatura y el gato destruye todo lo que huele a ella. Lo que yo iba buscando después de todas estas explicaciones son dos gatos adultos que se lleven bien entre ellos y vivan miserablemente en este refugio porque necesitan un hogar.
Y los he encontrado. Tania es una gataza blanca y negra con ojos ígneos que se lleva bien con todos los gatos, acepta golosinas cuando se las das con la mano y mucho cuidado pero hay que acariciarla con un palito que lleva una borla muy suave en la punta. No me pudieron decir exactamente cuál ha sido el problema que tuvo antes de ser rescatada pero quienes venimos de sitios donde ha existido desde siempre una tolerancia bastante alta con niveles espantosos de crueldad con los animales tenemos mucha imaginación. Tania está sin socializar, lleva solo un mes en el refugio y durante ese tiempo fue esterilizada. Así que hay que darle una oportunidad y darle mucho cariño a una distancia prudencial. Salvo que sea evidente que no quiere estar en mi casa, hay que esperar cuatro o seis meses hasta tomar una decisión y considerar que debe quedarse. Ahora que los gatos viven 15 años o más tampoco es mucho tiempo.
Con ella vendrá Lisa, una gata negra que cuando ha vivido en un piso resultó ser muy juguetona y dulce, pero que en el refugio vive debajo de una manta. Tocarla es como tocar una nube, nunca muerde ni araña, pero no va a ser ella quien salga de debajo de su manta a pedir cariño, así que hay que tener fe en la palabra de las voluntarias del refugio, meter la mano debajo de la manta y acariciar a Lisa. Mirar debajo de la manta, ver esos ojos desorbitados, casi de terror. Volver a intentarlo. Otra que también necesitará tiempo. ¿Pero no lo necesitamos todos? ¿Quién no necesita tiempo de vez en cuando?
Para ayudar a estas dos damas tan especiales vendrá también Charlie, un gatazo inmenso que parece un ternero disfrazado de gato. Tiene un montón de cicatrices en la cara, las orejas llenas de viejas heridas que hacen que sus orejas parezcan cubistas y no tiene dientes debido a una enfermedad. Charlie es el gatazo enrollado que se lleva bien con casi todos los gatos y en cuanto se le da un poco de cariño muestra inmediatamente que quiere más. Charlie ayudará a Tania y Lisa a entender que algunos humanos sí deberían estar cerca de los gatos. Y viceversa.